martes, 24 de febrero de 2009

A DONDE IREMOS


El aroma de los cipreses, los eucaliptos, la hierba húmeda.
Los primeros rayos del alba, blanca como la nieve.
Diáfana por el tímido sol que asoma
Como esa eternidad de mil años, en la cima de la montaña.
He visto pasar mil veces por mis ojos.
Acostado en el lecho del viento con las orejas abiertas y oír
La cascada de aguas cristalinas, el trino de los pájaros y
El bosque descendiendo de la montaña
Entre caseríos, caballos, gallinas, patos silvestres
Campos sembrados de sudor humilde,
Trenes con vagones de gentes del pueblo.
Se yergue gigantesca,
Sola como el río de aguas frías
Que fluye en su destino final,
Abrazadas por la capa blanca del mar.
En lo mas austral del mundo
Abrazare la tierra que me cubrirá de microorganismos los huesos y carnes.
El ciclo se iniciara, como el vuelo de la Alondra o la golondrina que emigra,
El nadar del cisne de cuello negro, con su danza en el Lago y plumas blancas.
Y agoniza junto a la noche llena de luna y ésta morirá con nosotros.
¿Dios, en su descanso, lleno de eternidad, también morirá?
(Al fin, todo trabajo fatiga)

Quizás quedara el relámpago del Universo. La campanada final
Que resonara en los oídos sordos de un Dios fatigado.




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